Los tobas (del guaraní, tová: rostro, cara, frente) son una etnia del grupo pámpido que habita en el Gran Chaco. Hacia el siglo XVI habitaba gran parte del Chaco Central y del Chaco Austral.
La etnia toba se autodenominaba en su idioma ntokóit, luego comenzaron a utilizar el autoetnónimo q'om o qom ('hombre') y más infrecuentemente por el uso de su propio idioma: qom'lek o qom'lik. Como habitualmente ocurre con las grafías de nombres indígenas se encuentran muchas variantes en la escritura de estas palabras. El nombre tová es un mote despectivo de origen guaraní y significa 'frente' debido a que los qom solían practicar la decalvación de la parte delantera del cuero cabelludo; por el mismo motivo los españoles les llamaron "frentones" (nombre dado también a los abipones por motivos similares). En el Paraguay se los solía también denominar emok, término enlhet que significa 'prójimo o paisano'.
En 2007 las principales agrupaciones de este pueblo se encuentran en el este del departamento de Tarija en Bolivia; en el oeste de la provincia de Formosa, el centro y este de la provincia del Chaco y el norte de la provincia de Santa Fe en la Argentina y en el Chaco Boreal del Paraguay. En la Argentina son unos 60 600 (59 800 hablantes de la lengua), 146 en Bolivia y 700 en Paraguay. En el oeste de la provincia de Formosa se han mixogenizado con los pilagás, siendo denominados 'toba-pilagás'.
Existe una intensa migración interna hacia el Gran Rosario, agrupándose allí especialmente en el Barrio Toba; y hacia el noreste de la provincia de Santiago del Estero. Otro asentamiento se encuentra en el Partido de La Plata, en la provincia de Buenos Aires.
Como típicos pámpidos se caracterizan por sus elevadas tallas y por predominar entre ellos los individuos dolicocéfalos. Se les considera una de las más importantes etnias del grupo llamado guaycurú (o guaykurú), voz de tono insultante que dieron los guaraníes a sus principales oponentes en el Gran Chaco.
Su lengua se denomina qomlaqtaq y desde el punto de vista lingüístico se le suele incluir dentro del grupo de lenguas guaycurúes, que muchas autores consideran forman junto con las lenguas matacoanas la familia lingüística mataco-guaycurú.
UBICACION GEOGRAFICA: El pueblo toba, cuyo etnónimo es Qom, conforma uno de los pueblos originarios con mayor presencia actual en el territorio argentino.
La etnia ocupaba, originariamente, un amplio hábitat que se extendía del norte de la provincia de Santa Fe hasta el Paraguay y desde la línea formada por los ríos Paraguay y Paraná, hasta los primeros contrafuertes de la Precordillera Salteña. “El impenetrable" es una región de monte nativo del noroeste Chaqueño, aunque también comprende una porción de Salta y Santiago del Estero. El nombre le fue dado por la dificultad de ingresar a la zona, rodeada de ríos (Bermejo y Teuco) y atravesada por el río Bermejito. Dentro del impenetrable conviven varias etnias indígenas, entre ellas la que será objeto de estudio: Los Tobas. En el presente habitan principalmente el centro, norte y oeste de la provincia del Chaco, con alrededor de 65.000 integrantes.
Los pueblos originarios del Gran Chaco, se mantuvieron por lo general independientes hasta muy avanzado el siglo XIX. En Argentina costó décadas, desde los años ochenta de dicha centuria, la conquista del territorio y el sometimiento de sus gentes. Conquistar y someter lo hicieron más bien haciendas y empresas, viendo las mismas a continuación, y sin ningún problema reconocidos y defendidos por Argentina, unos títulos sobre la tierra extensibles al dominio sobre comunidades y personas literalmente cautivas en su propio territorio. En la segunda mitad del siglo XX, cuando dejaron de servir como mano de obra agraria, se produjo la expulsión masiva. Así arrancó y así ha venido progresando el genocidio que sufre el pueblo toba.
Corresponde destacar dos estrategias de dominación:
La primera para lograr la expansión territorial del Estado Nacional, fue de carácter militar, comenzó en 1884 y se la recuerda como La Conquista del Gran Chaco, uno de los principales protagonistas fue el general Victorica. Los tobas resistieron heroicamente, el esfuerzo fue en vano, los aborígenes quedaron marginados en las zonas más pobres y al ser reducidos sus territorios, la supervivencia les resultó cada vez más difícil.
La segunda fue de carácter económico, interesaban las materias primas (tanino, explotación forestal y algodón, caña de azúcar) y la mano de obra barata, Las compañías realizaron una explotación intensiva del quebracho colorado, utilizaron la madera para la construcción del ferrocarril y el tanino para el curtido de los cueros. Llegaron a abarcar más de dos millones de hectáreas. Cuando se retiraron dejaron desprotegidos a miles de obreros. Otro hecho destacable es “La Matanza de Napalpí”: En el año 1924 el gobierno quiso ampliar su área de cultivo, dando tierras a los extranjeros y criollos y concentrar a los tobas en reservas.
Como señalan Vázquez, Bigot y Rodríguez (1992), hacia 1911, el proyecto de alienación e incorporación de los pueblos originarios como mano de obra barata, se consolida en Argentina, trayendo como consecuencia la suma de los miembros de esta comunidad a un sistema de producción de subsistencia: cultivo de la tierra, explotación forestal, changas, etc. Sus patrones culturales tienden a modificarse en función de una cultura campesina, aunque, hasta la década del 50, los tobas continúan conservando una fuerte vinculación con sus patrones culturales tradicionales.
A fines de la década del 50 se concreta un proceso migratorio que alcanza su grado máximo en los 60. Los tobas dejan su lugar de origen y se dirigen a las periferias de las principales ciudades en donde el patrón de supervivencia será el trabajo a destajo. En un principio se concentran en Roque Sáenz Peña y Resistencia (Chaco) en cuyos suburbios se instalan definitivamente hacia 1967.Ya para entonces, algunas familias habían migrado hacia el sur a Rosario y Buenos Aires, configurando verdaderas comunidades para comienzos de los 70.
El proceso migratorio se acrecentó en las décadas siguientes debido a la crisis de la industria algodonera, las inundaciones y la consecuente devastación del campo. Las ciudades elegidas por los migrantes, sin embargo, no presentan reales posibilidades laborares, lo cual ocasiona un "ir y venir" que se traduce en un desplazamiento constante que se conoce como “migración golondrina”.
Gran parte de la diáspora de este pueblo privado de su territorio se ha refugiado en barrios marginales de ciudades, sobre todo en Rosario, Provincia de Santa Fe, su núcleo urbano más extenso y poblado.
El otro gran problema, es que la asistencia social y la educación, entre los pueblos originarios han estado siempre, directa o indirectamente, explícita o implícitamente, dirigida hacia la aculturación. Esto tiene que ver con la historia de un país, en donde la masa de la población desciende de inmigrantes de los más diversos orígenes, en donde los pueblos originarios son considerados, en el mejor de los casos, como un extranjero más. El objetivo del Estado fue, desde los inicios, el de integrar a esa diversidad en una identidad nacional nueva. La diversidad cultural se aceptaba en el extranjero recién llegado, pero no en sus hijos nacidos en el país. La misión de aculturarlos, estaba a cargo de las instituciones del Estado, sobre todo el sistema educativo y las Fuerzas Armadas, a través del Servicio Militar Obligatorio. Estas instituciones también proporcionaban un control médico y sanitario y asistencia alimentaria en casos de necesidad. Por fortuna, el Servicio Militar ya no existe, pero el sistema educativo mantiene en gran medida sus características originales. Como consecuencia, los pueblos originarios argentinos no pueden acceder a una educación en su lengua materna. Esto implica una dificultad tremenda para los niños que inician su educación primaria a los cinco o seis años. Esta diversidad provoca, en el mejor de los casos, un retraso escolar y, muy frecuentemente, el abandono de todo intento de escolarización. En los últimos años, se han dado algunos avances en educacación, como por ejemplo, la introducción de maestros bilingües en las escuelas con mucha cantidad de niños pertenecientes a los pueblos originarios.
Los pueblos originarios se hallan actualmente, más que nunca, empujados a la extinción, pero, paradójicamente, es cuando nos están mostrando a todos la fortaleza de su dinamismo cultural y de su fuerza espiritual. Estos factores, hasta hace poco, eran totalmente desconocidos y hasta despreciados por quienes se sentían seguros bajo el amparo de los esquemas dominantes. Sin embargo, en los tiempos recientes, marcados por crisis profundas en todos los niveles, la voz teológica y espiritual de los pueblos originarios resurge como reencuentro de identidades profundas, y como alternativa esperanzadora de nuevos horizontes.
CULTURA La cultura de los tobas era funcional a sus costumbres y tradiciones: vivían en habitaciones de leños recubiertas de paja, habitáculos que solían medir unos dos metros de diámetro. Fabricaban objetos de cerámica, cestería y tejidos con finalidad principalmente utilitaria.
Durante los meses cálidos casi no usaban vestimenta a excepción de simples taparrabos. En los períodos frescos usaban ropas más complejas y en ocasión de sus celebraciones rituales se adornaban. De este modo poseían un vestido llamado poto confeccionado con fibras de caraguatá, cuero y tras la irrupción española, con algodón.
También durante los períodos fríos llegaban a abrigarse con ponchos. Los varones adultos adornaban sus cabezas con el opaga especie de tocado realizado con plumas y cuerdas de caraguatá. Mujeres y varones se adornaban con onguaghachik es decir con pulseras que originalmente se confeccionaban usando dientes y uñas de animales, semillas, plumas, valvas o conchas y cócleas o caracoles (al parecer para obtener algunos de estos elementos practicaban comercio de trueque con otras etnias) De confección semejante a estas pulseras eran los colaq o collares. En cuanto a los nallaghachik estos eran adornos eminentemente festivos, muy coloridos, compuestos con plumas, flores y hojas.
HISTORIA A la llegada de los españoles en el siglo XVI, habitaban principalmente las regiones del Chaco actualmente salteño y tarijeño y desde allí se extendían (imbrincándose con otras etnias) a lo largo del río Bermejo y en menor medida del río Pilcomayo. El mayor crecimiento demográfico de los wichí hizo que estos ejercieran mayor presión demográfica para obligarles a un desplazamiento hacia el este, territorios en los que hoy mayoritariamente habitan.
Hasta el siglo XIX eran un pueblo predominantemente cazador-recolector seminómade que marchaba en pos de sus recursos alimenticios y existía entre ellos una fuerte división sexual del trabajo: los varones desde muy temprana edad se dedicaban a la caza y a la pesca y las mujeres a la recolección y a una incipiente agricultura hortícola en gran medida influida por aportes ándidos y amazónidos. De este modo, en pequeñas parcelas cultivaban nachitek (zapallos), oltañi (maíz), avagha (porotos), batatas, mandioca, etc. Sin embargo tales cultivos eran sólo complementarios para su dieta y no llegaban a tener excedentes como para la acumulación de alimentos de origen agrícola. Existe una explicación ecológica para este aparente atraso: el clima y la edafología de su territorio no permitían suficientes rindes para sus producciones agrícolas, mientras que el territorio chaqueño en estado salvaje les resultaba una gran fuente de recursos alimenticios, en especial de proteínas de primera calidad. Los qom cazaban principalmente tapires, pecaríes, ciervos, guanacos y gran cantidad de aves. Como complemento solían recolectar miel y gran cantidad de frutos, frutas del bosque y raíces silvestres.
La presencia de los españoles significó una gran revolución para ellos: por una parte se encontraron con un nuevo y poderoso enemigo, por el otro los españoles involuntariamente hicieron un gran aporte a su cultura: en el siglo XVII los tobas comenzaron a utilizar el caballo y pronto devinieron en un poderoso complejo ecuestre en el centro y sur del Gran Chaco (Chaco Gualamba). Se volvieron hábiles jinetes pese a que su territorio estaba en gran parte cubierto de bosques y selvas (al andar a caballo bajo los árboles solían llevar sobre sus cabezas un cuero hábilmente sujetado a su cuerpo, para prevenirse de las espinas de los árboles y de los ataques de los pumas y yaguares que sorpresivamente les podían saltar desde las ramas).
Con la adopción de la equitación pudieron extender sus correrías, transformándose en la etnia dominante del Chaco Central (aprovechaban los plenilunios para cruzar con sus caballos el río Paraguay y asaltar las poblaciones cercanas a la orilla izquierda de dicho río, actualmente en la nación homónima). También el dominio del caballo les permitió avanzar hacia el Chaco Austral e incluso realizar incursiones relámpago en las zonas correspondientes al noroeste de la región pampeana. Desde sus caballos, armados con arco y flecha cazaban no sólo animales autóctonos sino el ganado vacuno de origen europeo.
Los tobas resultaron ser una de las etnias que mayor resistencia opusieron al intento de transculturación y usurpación del hombre blanco en la región chaqueña, llegando en 1858 a amenazar la ciudad de Santa Fe, pero desde 1880 no pudieron afrontar las campañas del Ejército Argentino que les arrinconó en el Chaco Impenetrable.
En 1919 la última resistencia bélica de los qom fue abatida en la Colonia Aborigen Napalpí, en la provincia del Chaco, en donde 200 de ellos fueron masacrados en el hecho conocido como Masacre de Napalpí. Muchos fueron obligados a trabajar en las plantaciones de algodón o como hacheros en los obrajes.
La historia general del pueblo toba y otras etnias guaycurúes, se encuentra plasmada en la obra "historia sagrada del pueblo qom en el país chaqueño", del argentino Flavio Dalostto, quien ya ha publicado los tomos 1 y 2 de una colección de 5.
RELIGION
Por su sistema de creencias se les ha calificado de animistas y chamanistas; poseían un culto a los seres de la naturaleza y la creencia en una divinidad máxima. Desde el siglo XX se mantienen aún por transmisión oral resistente, este sistema religioso aunque muchos han adoptado a su modo el cristianismo, en particular el llamado pentecostal ya que sus chamanes en muchos casos se convirtieron en pastores protestantes. En todo caso aún hoy gran parte de la población qom acude a sus chamanes o pio'oxonak que son terapeutas o sanadores.
Antes de su aceptación del cristianismo era frecuente entre ellos el infanticidio de los recién nacidos, costumbre que se debía a la escasez de recursos alimentarios que solían sufrir. Por contrapartida, los hijos que sobrevivían eran tratados con especial dedicación y afecto.
LENGUA:
Familia lingüística: Mataco-guaicurú
Lengua de uso: toba
Otros nombres de lengua: qom l’aqtaqa (el idioma toba)
Los Tobas se integran a un conjunto más vasto de pueblos denominados guaycurúes, conformado también por los abipones, mbayaes, payaguaes, mocovíes y pilagás, con los cuales comparten algunos rasgos lingüísticos y determinadas pautas culturales.
Según la ECPI, en Argentina viven 69.462 personas que se autodefinen como tobas o descienden de ellos en primera generación: 47.591 viven en las provincias de Chaco, Formosa y Santa Fe, 14.466 en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires y 7.395 en el resto del país (incluye la provincia de Salta); 68,6% de la población total autoidentificada como toba vive en zonas urbanas.
Del total de la población toba encuestada, 46,2% considera que su lengua materna es indígena: así lo declara 65,0% de los tobas que viven en las provincias de Chaco,
Formosa y Santa Fe, y sólo 4,0% de los tobas que viven en la Ciudad de Buenos Aires y los 24 partidos del Gran Buenos Aires. Con respecto a las cifras de la población de más de cinco años que habla lenguas indígenas en el hogar, 63,3% lo hace en las provincias de Chaco, Formosa y Santa Fe, mientras que no hay datos significativos para la Ciudad de Buenos Aires y partidos del Gran Buenos Aires (que incluyen 13.181 tobas). El porcentaje total de tobas que habla y/o entiende lenguas indígenas en el hogar es de 58%, concentrándose 78% en hogares de más de cinco años en las provincias de Chaco, Formosa y Santa Fe, y 12% en los hogares de la Ciudad de Buenos Aires y partidos del Gran Buenos Aires. Estas cifras indican un fuerte desplazamiento de la lengua en zonas urbanas.
HACIA UNA ALFABETIZACIÓN INTERCULTURAL BILINGüE QOM (TOBA) / CASTELLANO
Intentando sostener la cultura y la lengua qom a la vez que transmitir los saberes escolares de la sociedad global trabaja dentro de la modalidad "Intercultural Bilingüe", aprobada (luego de más de 13 años de reclamos) por el Ministerio de Educación de la Provincia de Santa Fe. Las clases de lengua y artesanía qom son dictadas por maestros aborígenes idóneos seleccionados por el Consejo de Ancianos de la Escuela (representantes aborígenes de la comunidad) cuyo funcionamiento constituye, junto con los de las Escuelas Nº 1333 de Rosario (toba) y Nº 1338 de Recreo (Mocoví), una experiencia única en nuestro país.
Inicio de la diáspora Qom
Tras la llegada del conquistador español ocurrida en el siglo XVI, los tobas unificaron sus fuerzas en defensa de su libertad y ejercitaron una tenaz y prolongada resistencia al avance colonizador. Mientras numerosos pueblos originarios de América Latina fueron diezmados, sometidos y reducidos a una condición de servidumbre para realizar trabajos forzados en favor de los conquistadores, los tobas se mantuvieron en pie de guerra durante más de cuatrocientos años en defensa de su propia gente y el territorio que habitaban. Adoptaron el uso del caballo y se hicieron de armas que les permitieron ganar movilidad en su desplazamiento y adquirir efectividad en el combate, determinando de gran manera la expansión de la frontera española en el actual Nordeste Argentino, restringiendo la distribución y el crecimiento de las ciudades coloniales, y amenazando las rutas de comercio de la época.
Sólo hacia mediados de la década de 1880 pudo ser doblegada la resistencia armada de las comunidades. El extenso desgaste por los continuos enfrentamientos, las constantes incursiones de los ejércitos conquistadores, con el permanente financiamiento y refuerzo de tropas, las enfermedades que devastaban las poblaciones originarias (como tuberculosis y viruela, cólera y hepatitis), la superioridad en armas y la consolidación nacional del Estado argentino, con su rígida política de combatir las poblaciones originarias que aún resistían, finalmente lograron reducir las fuerzas de los nativos.
A partir de 1880 comenzó la ocupación sistemática de los territorios de estos pueblos, por parte del Gobierno Nacional. En el Chaco esta campaña se extendió hasta 1919, año en que se produjo el último gran enfrentamiento entre grupos guaycurúes y el ejército. Los fusiles a repetición y, sobre todo, el alcohol diezmaron a los tobas. Sus territorios ancestrales de caza se convirtieron en inmensos latifundios dedicados, en primer término, a la explotación maderera.
Una sola empresa, con directorio en Londres, "La Forestal", llegó a acaparar más de dos millones de hectáreas sólo en una provincia de la región chaqueña. La producción de tanino o extracto de quebracho, durmientes para los ferrocarriles y postes para cercos, convirtió en pocas décadas el inmenso bosque en un inmenso páramo. Un árbol de quebracho tarda cien años en crecer, y a nadie le interesaba esperar tanto tiempo... Con grandes dificultades, los tobas se adaptaron a una nueva situación mucho más opresiva. Muy pocos trabajaron en la industria maderera: en su cosmovisión los árboles de quebracho eran sagrados, y gran parte de sus discordias con el blanco, tuvieren en su origen la depredación del bosque. Pudieron continuar pescando en el río Bermejito, que atraviesa la región de la provincia del Chaco, en donde se asentaron en su mayoría. Eventualmente, podían vender sus artesanías, pero no es mucho el turismo en esa región que pueda comprarlas; y también realizar tareas rurales o domésticas, en el caso de las mujeres, al servicio de los colonizadores blancos. Pero, sobre todo, fue a partir de la orientación de la región chaqueña, hacia la producción algodonera, cuando tuvieron mejores posibilidades de subsistencia. Una vez al año, participaban masivamente en la cosecha de algodón, lo que les permitía hacerse con una buena suma de dinero en efectivo. Administrado por las mujeres, ese dinero podía alcanzar para cubrir las necesidades más imperiosas, hasta la próxima cosecha.
Masacre de Napalpí
La Masacre de Napalpí, es el nombre con el que se conoce la matanza de alrededror de 500 indígenas de las etnias qom y mocoví a manos de la policía y grupos de estancieros, acaecida el 19 de julio de 1924 en la Colonia Aborigen Napalpí, Provincia del Chaco, Argentina.
El 12 de octubre de 1922, el radical Marcelo T. de Alvear, había reemplazado en la presidencia a Hipólito Yrigoyen, y el Territorio Nacional del Chaco ya se perfilaba como el primer productor nacional de algodón. Pero en julio de 1924 los pobladores originarios toba y mocoví de la Reducción Aborigen de Napalpí –a 120 kilómetros de Resistencia– se declararon en huelga: denunciaban los maltratos y la explotación de los terratenientes. Los ingenios de Salta y Jujuy ofrecieron mejor paga. Hacia allá intentaron ir los pobladores, pero el gobernador Centeno prohibió a los indígenas abandonar el Chaco. Los pobladores de Napalpí decidieron resistir. El 18 de julio, y con la excusa de un supuesto malón indígena, Fernando Centeno dio la orden.
A la mañana del 19 de julio, 130 policías y algunos civiles partieron desde la localidad de Quitilipi hasta Napalpí. Un avión del Aero Club Chaco los ayudó a reconocer la posición exacta de los pu8eblos originarios.
Después de 45 minutos de disparar los Winchester y Mauser a todo lo que se movía, sólo quedó el silencio y la humareda de los fusiles. Los heridos –fueran hombres, mujeres o niños– fueron asesinados a machetazos. El periódico Heraldo del Norte recordó el hecho a finales de la década del ’20: "Como a las nueve, y sin que los inocentes indígenas realizaran un solo disparo, hicieron repetidas descargas cerradas y enseguida, en medio del pánico de los indios (más mujeres y niños que hombres), atacaron. Se produjo entonces la más cobarde y feroz carnicería, degollando a los heridos sin respetar sexo ni edad".
El 29 de agosto –cuarenta días después de la matanza–, el ex director de la Reducción de Napalpí, Enrique Lynch Arribálzaga, escribió una carta que fue leída en el Congreso nacional: "La matanza de indígenas por la policía del Chaco continúa en Napalpí y sus alrededores; parece que los criminales se hubieran propuesto eliminar a todos los que se hallaron presentes en la carnicería del 19 de julio, para que no puedan servir de testigos si viene la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados".
"Crímenes de sangre", un libro de Pedro J. Solans
"Crímenes en sangre" es un relato que desnuda en forma de novela los trasfondos de un episodio aberrante que sucedió en el Territorio Nacional del Chaco el 19 de julio de 1924, cuando fueron asesinados centenares de peones rurales aborígenes.
Se abordan las nefastas consecuencias de aquella trágica matanza y se alerta sobre "el actual genocidio de los pueblos originarios, que ocurre a silencio, sigilosamente, a fuego lento, en forma casi desapercibida para la opinión pública". Se pone de relieve, cómo los episodios actuales ratifican la vigencia de los sucesos trágicos de Napalpí y, a través de distintos testimonios, se revelan los intereses ocultos que hay detrás de la desaparición de los aborígenes. El libro, finalmente, se convierte en una reflexión acerca de la deuda que existe con los pueblos originarios.
Pedro J. Solans, cuyo abuelo fue uno de los civiles que participaron del ataque a los "sublevados", es oriundo de Quitilipi pero larga radicación y trayectoria en el campo del periodismo y de la literatura cordobesa. Fundó y dirige actualmente "El Diario Cordobés" y "El Diario de Carlos Paz", respectivamente.
Su última publicación fue "Agua, Tierra y Aire", un libro de investigaciones periodísticas. Es miembro del Instituto de Historia y Letras de Villa Carlos Paz. Trabajó y colaboró en medios periodísticos televisivos, gráficos y radiales regionales, provinciales, nacionales e internacionales.
En el libro “Napalpí, la herida abierta”, el periodista Vidal Mario detalla: "El ataque terminó en una matanza, en la más horrenda masacre que recuerda la historia de las culturas indígenas en el presente siglo. Los atacantes sólo cesaron de disparar cuando advirtieron que en los toldos no quedaba un indio que no estuviera muerto o herido. Los heridos fueron degollados,algunos colgados. Entre hombres, mujeres y niños fueron muertos alrededor de doscientos aborígenes y algunos campesinos blancos que también se habían plegado al movimiento huelguista".
"Se dispararon más de 5 mil tiros y la orgía de sangre incluyó la extracción de testículos, penes y orejas de los muertos, esos tristes trofeos fueron exhibidos en la comisaría de Quitilipi. Algunos muertos fueron enterrados en fosas comunes, otros fueron quemados". En el mismo audio, el cacique toba Esteban Moreno contó la historia que es transmitida de generación en generación. "En las tolderías aparecieron soldados y un avión que ametrallaba. Los mataron porque se negaban a cosechar. Nos dimos cuenta de que fue una matanza porque sólo murieron aborígenes, tobas y mocovíes, no hay soldados heridos, no fue lucha, fue masacre, fue matanza, por eso ahora ese lugar se llama Colonia La Matanza."
La Reducción de Napalpí (palabra toba que significa lugar de los muertos) había sido fundada en 1911, en el corazón del Territorio Nacional del Chaco. Las primeras familias que se instalaron eran de las etnias Pilagá, Abipón, Toba, Charrúa y Mocoví. El corresponsal del diario La Razón, Federico Gutiérrez, escribió en julio de 1924: "Muchas hectáreas de tierra en flor están en poder de los pobres indios; quitarles esas tierras es la ilusión que muchos desean en secreto".
Los Tobas después de Napalpí
Un inconveniente serio florecerá cuando, en principio por causas climáticas, la cosecha fracase. De forma tal que la sequía, el exceso de lluvias, o cualquier causa que disminuyera la producción de algodón tenía efectos irreparables en la vida de estas comunidades. Al no haber alternativas económicas, la única posibilidad era la emigración. Y la emigración sólo podía ser hacia el Sur, hacia las regiones más ricas y desarrolladas de la "Pampa Húmeda". Estas emigraciones, periódicas y limitadas, cobraron una agudeza inusual a partir de 1982, cuando el Chaco fue afectado por inundaciones sin precedentes. La única posibilidad de supervivencia en el Chaco pasa por la agricultura, y esto implica conceder tierras a los indios: el mayor de los disparates en la mente de los terratenientes. El problema toba, se resolvió de una manera mucho más simple y económica: pagándoles el pasaje a todos los que quisieran irse hacia el Sur.
La situación, ya crítica, de los tobas chaqueños, sufrió un deterioro terminal en los años 90: En primer lugar, el avance de las roturaciones hizo que se los expulse de mucha de la poca tierra de que aún disponían. En segundo lugar, y mucho más importante, la difusión del uso de cosechadoras mecánicas los hizo totalmente prescindibles para la agricultura.
Durante mucho tiempo no fue rentable para los terratenientes el uso de cosechadoras mecánicas. Las que existían, además de ser mucho más caras que la mano de obra toba, no eran apropiadas para las variedades de algodón que se cultivan en el Chaco. Las políticas neoliberales aplicadas a la economía y la integración del MERCOSUR, posibilitaron la importación de maquinarias y de tecnología, desde Brasil, a muy bajo precio. Para mediados de la década toda la recolección estuvo mecanizada.
Para las comunidades originarias, esto significó el Holocausto. Sería una tarea interminable la de describir todas las violencias, atropellos y engaños que utilizaron los terratenientes que gobiernan el Chaco a fin de "sacarse de encima" a los tobas, cuyas tierras usurpaban y que hasta entonces los habían enriquecido. Todo esto, por supuesto, justificado ideológicamente en el más crudo e inconfesado racismo.
Pero si a la violencia lisa y llana siempre se puede oponer algún tipo de resistencia (y los indios llevan muchos siglos resistiendo), es muy difícil resistir el hambre. Y es más difícil aún que los hambrientos puedan, por sí solos, salir del marasmo. Las comunidades tobas fueron cercadas por el hambre, y la única salida que se les ofreció fue la de la emigración. Los años que van de 1990 a 1995 pueden ser llamados los del "Gran Éxodo" hacia el Sur.
A pié, en ómnibus, en camiones, en trenes de carga, y también en vagones para ganado, arrendados a tal efecto por los gobernantes chaqueños, llegaron los tobas a las grandes ciudades del Sur. Del Chaco pudieron traer solamente la tuberculosis crónica, la desnutrición de los niños, la escabiosis, el dengue y otras tantas enfermedades.
Sitios de Internet:
Fuente: es.wikipedia.org/http://pueblos-originarios-argetnina.wikispaces.com/Tobas
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